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Dos años de primaveras árabes
Del 1 de abril de 2013 al 11 de abril de 2013
Casa Árabe publica un análisis sobre el segundo aniversario de las revueltas que estallaron en Túnez, Egipto, Libia, Siria y Yemen.
Entre los pasados meses de febrero y marzo, los países árabes que fueron testigo de levantamientos populares están celebrando sus respectivos aniversarios, dos años después del inicio de las revuletas. Desde Túnez, Egipto y Libia, que han conseguido un cambio de régimen, hasta Siria, que continúa inmersa en una guerra civil, todos estos procesos tienen un elemento en común: la falta de seguridad y de avances políticos está generando una desconfianza en los ciudadanos que puede truncar las aspiraciones de las transiciones.
Sobre el terreno, Siria sigue inmersa en un estado de guerra civil; las deserciones del ejército regular son cada vez menos frecuentes; la oposición continúa dividida; el régimen, que parece haberse hecho fuerte en varias ciudades del centro del país –incluída Alepo–, está viéndose, sin embargo, sometido a una gran presión militar por parte de los rebeldes en la capital, Damasco. En el plano político, el cambio más significativo ha sido la elección de un nuevo primer ministro. A mediados de marzo, la Coalición Nacional de la Oposición eligió a Ghassan Hitto (Damasco, 1963) para liderar el gobierno interino que deberá encargarse de canalizar la ayuda hacia los rebeldes del interior del territorio y de convertirse en una alternativa de gobierno al régimen de al-Asad.
Yemen parece estar dando los pasos correctos, siempre sustentado por la Iniciativa del Golfo, y ha llegado ya a la tercera fase de su proceso de transición: la celebración de un diálogo nacional, que cuenta con la participación de prácticamente todas las fuerzas polícitas y sociales, y que ha situado la cuestión del separatismo del sur del país a la cabeza de sus prioridades.
Túnez, Egipto y Libia, que fueron los tres primeros países en deshacerse de sus gobernantes y emprender el camino hacia la democratización, parecen ahora, en cierto modo, paralizados. Los acontecimientos más significativos, tal vez sean: en Túnez, la elección de un nuevo primer ministro y el asesinato del célebre opositor de izquierdas, Shukri Belaid; en Egipto, la continuidad de los enfrentamientos en las calles; la lucha legal por el aplazamiento de las próximas elecciones y el eterno debate que rodea la relación entre los Hermanos Musulmanes y la insitución militar; y en Libia, el debate en torno a la “ley de aislamiento político” y la depuración de las fuerzas armadas, con el problema añadido de las milicias y la cantidad de armas que se encuentran fuera del control del Estado.
Sobre el terreno, Siria sigue inmersa en un estado de guerra civil; las deserciones del ejército regular son cada vez menos frecuentes; la oposición continúa dividida; el régimen, que parece haberse hecho fuerte en varias ciudades del centro del país –incluída Alepo–, está viéndose, sin embargo, sometido a una gran presión militar por parte de los rebeldes en la capital, Damasco. En el plano político, el cambio más significativo ha sido la elección de un nuevo primer ministro. A mediados de marzo, la Coalición Nacional de la Oposición eligió a Ghassan Hitto (Damasco, 1963) para liderar el gobierno interino que deberá encargarse de canalizar la ayuda hacia los rebeldes del interior del territorio y de convertirse en una alternativa de gobierno al régimen de al-Asad.
Yemen parece estar dando los pasos correctos, siempre sustentado por la Iniciativa del Golfo, y ha llegado ya a la tercera fase de su proceso de transición: la celebración de un diálogo nacional, que cuenta con la participación de prácticamente todas las fuerzas polícitas y sociales, y que ha situado la cuestión del separatismo del sur del país a la cabeza de sus prioridades.
Túnez, Egipto y Libia, que fueron los tres primeros países en deshacerse de sus gobernantes y emprender el camino hacia la democratización, parecen ahora, en cierto modo, paralizados. Los acontecimientos más significativos, tal vez sean: en Túnez, la elección de un nuevo primer ministro y el asesinato del célebre opositor de izquierdas, Shukri Belaid; en Egipto, la continuidad de los enfrentamientos en las calles; la lucha legal por el aplazamiento de las próximas elecciones y el eterno debate que rodea la relación entre los Hermanos Musulmanes y la insitución militar; y en Libia, el debate en torno a la “ley de aislamiento político” y la depuración de las fuerzas armadas, con el problema añadido de las milicias y la cantidad de armas que se encuentran fuera del control del Estado.